España no lee, o eso dicen

Ángel Ludeña (@AngelLudena)

Con la llegada de las Navidades todo es paz, amor y consumismo. Los centros comerciales hacen el agosto en pleno diciembre con la venta de absolutamente todos sus productos. Cuentan algunos trabajadores que es la etapa del año en la que todo vale si se trata de gastar y regalar.

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En un momento en el que la cultura parece no tener cabida en lo que a regalos se refiere, van los datos y nos sorprenden. El regalo estrella de las navidades no es otro que los libros. Si no sabes qué comprar a alguien, le compras un libro. Esta curiosa pero acertada teoría funciona, y tanto que funciona.

Los autores se pelean con las editoriales al ser presionados por adelantar sus preciados trabajos a fechas concretas, que si la feria del libro, que si San Valentín y, por supuesto, Navidad. Este año no ha sido una excepción y las librerías  mostraban colas interminables para hacerse con los ejemplares de grandes éxitos literarios.

La clave, según los expertos y el ojo de los compradores, es el nombre del autor y la portada. Si el escritor acumula grandes éxitos (con uno vale) en su carrera, basta con poner eso de “Del autor de…” para tener la venta hecha. Si la portada es bonita, colorida y con una fuente adecuada, venta hecha. El Corte Inglés dice a sus clientes que se han quedado sin existencias de las ediciones más preciadas, de los libros más vendidos. Algunas de las librerías de Madrid se tiran de los pelos por quedarse sin los grandes éxitos del año al agotarse en pocos días.

Luego hay quien dice que España no lee. Leer no lo sé, pero comprar sí que compran.

Más allá del museo

Sheila Martín (@sheilamartinw)

Hay una embarullada idea que suele obligarnos a acudir a museos y galerías para disfrutar de verdaderas obras de arte. Sin embargo, no todas las pinturas o creaciones escultóricas se alojan encerradas entre paredes. Lejos de trabajos que han marcado la historia de años anteriores, el siglo XXI nos ofrece una visión del arte que rompe con todos los esquemas precedentes. Basta con salir a la calle, dejarse caer por cualquier rincón, curiosear y descubrir.

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Sin ir más lejos, el barrio de Lavapiés se ha convertido de algún modo en uno de esos museos que tanto reclamamos a la hora de apreciar arte. En cualquier fachada, baldosa o balcón se esconden piezas de arte urbano cautivadoras y que tantas veces pasan desapercibidas. En un empeño por dar a estas creaciones el protagonismo que merecen, los artistas del barrio se han aliado con los comerciantes, que darían cobijo a sus trabajos dentro de la iniciativa C.A.L.L.E. (Convocatoria Artística Libre Lavapiés Emergente).

Hasta hoy mismo se ha podido ver la colaboración de 38 artistas en 38 locales, contando con la participación de nombres conocidos como E1000, Sr Mu, Dr. Homes, Chylo o Irene Izquierdo. Con la condición indispensable de emplear materiales reciclados, unos y otros se aunaron para dar lugar a producciones que rejuvenecieron tiendas, bares y demás locales. Un árbol de navidad fabricado con vidrios de semáforos y cintas de vinilo daba la bienvenida a los mejores deseos para 2014 en la taberna Donde da la vuelta el viento; lienzos llenos de esperanza decoraban la heladería Sani Sapori; cajas de fruta recordaban la pintura de Francis Bacon; y así un sinfín de obras que conformaban un paso más en el mundo del arte urbano.

Artistas que recorren el mundo rebuscando un individuo amable que convierta sus obras en algo que admirar han encontrado un hueco en este barrio unido y movilizado en pro del arte. Creaciones que si no fuese por iniciativas como C.A.L.L.E. seguiríamos buscando en balde entre los museos más sonados.

En la labor de penetrar en las distintas ramas del arte, como en la vida, hay que caminar con pies de plomo, detenerse en los pequeños detalles y no pasar por alto los lugares más remotos. Donde menos alcanza la imaginación, hay un delicado trabajo esperando a ser apreciado.

Dos veces bueno

María García Tenorio (@mariagta)

«Lo bueno si breve, dos veces bueno», esa frase que tanto nos recitan nuestras abuelas y no sabemos apreciarla realmente hasta que pasa el límite de su caducidad. Libros, trilogías y sagas que cuando crees que ponen su punto y final, solamente son unos pequeños puntos suspensivos, de tal forma que llegas a plantearte la existencia de qué fue primero ¿el libro o la película, serie, teatro, dibujo…? ¿el huevo o la gallina?.

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En 1917, comenzó a escribirse la famosa novela ‘El Hobbit’, que daría continuidad a ‘El Señor de los Anillos’. Casi 100 años después, y con cinco películas en cabeza, la aventura continúa. Nunca un anillo dio tanto de qué hablar.

Con la entrada del siglo XXI, llegaron los tres primeros episodios de ‘La Guerra de las Galaxias’, donde nos explicaban cosas que no aparecían en los tres episodios posteriores que sacaron anteriormente y cómo Darth Vader llegó al Lado Oscuro. Por si no teníamos clara la trama y cómo surgió todo, en mayo de 2007 nació la serie de dibujos animados ‘La Guerra de los Clones’ que ha costado cancelarla cinco años. Pero… ¿qué pasa después de que las personas felices coman perdices? Que no hay nada más tierno que un hijo siga los pasos de su padre para poder sacar el capítulo VII. Seamos realistas, todos estaríamos en el Lado Oscuro, no hace falta ver como generación tras generación se pasan a él.

Una separación y un viaje en tren crearon al mago más famoso de la historia: ‘Harry Potter’. Detrás de este personaje nos encontramos con siete libros, ocho películas, un diccionario del mago… y el 2014 se presenta con dos nuevos estrenos: el primero, el salto a la gran pantalla del libro de cuentos que leen los jóvenes magos ‘Animales fantásticos’; el segundo es la historia de Harry antes de llegar a Hogwarts en teatro, su trama desarrolla su vida aburrida de «muggle» en el hueco de escalera de la casa de sus tíos. ¿No cree J.K. Rowling que ya ha exprimido bastante la historia? Al parecer, no es suficiente.

No, amigos, no. Esto no es una competición de a ver quién fastidia más su obra. Si Víctor Hugo se levantara y viera las diferentes versiones que han sacado de ‘Los Miserables’, probablemente se plantearía volver al pasado y no escribir.

Desgraciadamente, al contrario que en Matrix, en la vida real no te dan la opción de tomarte una píldora azul para gozar de una dichosa ignorancia y vivir de la ilusión; o su antagónica, la píldora roja, que te permite aferrarte a la verdad aunque sea dolorosa. Yo, en este caso, me tomaría la píldora azul; y es que cuando llegas a la librería y eliges un libro que te acaba gustando,  corres el riesgo de que lo terminen degradando de la peor manera o con la peor de sus versiones.

Todos los libros deberían ser como ‘Cien Años de Soledad’ de Gabriel García Márquez, con un principio, un final y sólo un formato.

El séptimo arte, tesoro nacional

Yaiza Soto (@yaiza1304) 

El cine, para muchos considerado comúnmente como séptimo arte, para otros mero entretenimiento. Un par de cámaras que recogen imágenes en movimiento o una puesta en escena con la que conseguir realizar una obra majestuosa. Desde que los hermanos Lumière proyectaran públicamente la salida de obreros de una fábrica francesa en Lyon ha hecho algo más que llover, las películas se han reinventado a sí mismas y existe un universo que gira únicamente en torno a la gran pantalla.

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La muerte del cine es una de las expresiones que más se han utilizado en los últimos tiempos. Una locución que arrastra un oficio, para muchos incomprensible; una larga cadena de salas de proyecciones deshabitadas y en cuyas entrañas nacen hoy grandes almacenes  y sobre todo la ilusión de los espectadores que han perdido la fe en la vida que puede llegar a transmitir una historia contada a través de una pantalla.

La causa de la defunción varía según a quien le preguntes, unos te dirán que la culpable es la dichosa piratería y las nuevas tecnologías del siglo XXI, mientras que otros serán partidarios de los altos precios de las entradas y el aumento del IVA cultural en un 21%.

Lo que está claro, es que el buen cine, como todo lo extraordinario, no resulta abundante. De entre el gran repertorio de películas venido de la meca del cine, Hollywood, sólo unos pocos films son los escogidos para representar el Registro Nacional de Películas de la Biblioteca del Congreso de EU. Pero cuál elegir entre los más de cien años de historia del cine. Tal vez la primera película sonora del polifacético Charles Chaplin, ‘El Gran dictador’, o el clásico de terror y suspense, ‘Psicosis’, dirigida por  Alfred Hitchcock.

El objetivo de dicha lista no es más que proteger la incomparable herencia fílmica de EU y su creatividad cinematográfica, convirtiendo las películas seleccionadas en tesoro nacional debido a su significativa relevancia cultural, histórica o estética. Por ello, las elegidas son auténticas obras de arte que conservar con mimo y esmero.

Entre las 25 películas seleccionadas en el reciente 2013 destacan el clásico de Hollywood de la década de los cuarenta con Rita Hayworth ‘Gilda’; el éxito de Quentin Tarantino ‘Pulp Fiction’, de principios de los noventa, y ‘Mary Poppins’, película con la que Julie Andrews obtuvo el Óscar en 1964.

Además han sido reconocidos uno de los primeros documentales de Michael Moore, ‘Roger and me’, así como una de las primeras películas de ciencia ficción ‘Who’s Afraid of Virginia Woolf?’ con Elizabeth Taylor y Forbidden Planet.

Todas estas películas serán sometidas a un proceso de conservación y clasificación para que puedan perdurar incluso a la muerte más inminente del cine y ser de libre acceso para las generaciones futuras. Cintas que subrayan el séptimo arte no aptas para aquellos que consideran el cine un juego de luz.

Walt Disney sigue vivo

Ángel Ludeña (@angelludena)

No existe un niño que se precie como tal que no conozca alguna película Disney. Puede tener más años de la cuenta, encontrarse en ese momento de madurez o estar empezando a vivir, pero si está sobre la Tierra conoce a Disney o, al menos, a sus cientos de personajes.

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Toda factoría cinematográfica tiene como objetivo alcanzar un número de ventas que la convierta en millonaria, sería absurdo negarlo. Además si a ello le acompaña un momento de éxito y repercusión mediática para la empresa, la dirección y el casting, mucho mejor. Son varias las que lo han conseguido, pero podríamos decir que muy pocas han logrado perdurar tanto en el tiempo creando una cultura propia. Disney, lo ha conseguido. Cenicienta, Blancanieves, El Rey León o La Sirenita han copado las horas y horas de todo niño que se precie ya sea en nuestro país como alrededor del mundo. Todos conocemos las historias, las canciones y a sus queridos personajes. Y no, no sólo han logrado éxito en una franja infantil sino que además han traspasado los grupos de edad.

Esta Navidad, las cadenas han aprovechado el tirón de las películas y han lanzado cine Disney en horarios de gran audiencia. El resultado ha sido más que satisfactorio. Las redes sociales estallaban de comentarios referidos a sus películas, todos preferían quedarse en casa para volver a ver las historias de siempre y aún muchos seguían emocionándose. En un momento en el que se prodiga el cine de autor, en el que parece que ver películas comerciales está de más y donde dicen que no hay dinero para crear, viene Disney con lo mismo de siempre y arrasa. La fórmula sólo la tiene ese señor que dicen está congelado en algún lugar del mundo. Si eso no es cultura, que venga Dios y lo vea.

Escenas olvidadas

Sheila Martín (@sheilamartinw)

Dicen que cuando una noticia no es tratada por los medios con interés y en profundidad, equivale a la inexistencia de la misma. Podrían aquellos atreverse a afirmar, entonces, que el ámbito cultural sufre una parálisis injusta casi desde la muerte de Michael Jackson en 2009. Sin embargo no, cada día en los más de 12.756 kilómetros de diámetro que mide la Tierra, la cultura hierve con noticias sobresalientes que, por algún caprichoso motivo, no son acogidas por los medios generalistas.

El pasado 24 de diciembre las familias españolas se disponían alrededor de una mesa repleta de embustes mientras, a sus espaldas, la televisión que reproducía un concierto de Pablo Alborán se burlaba de todos los comensales descaradamente. En el mundo real, la música lloraba una pérdida injusta que marcaría la historia del pop y rock nacional.

Era el gallego Miguel Costas quien daba la noticia en su cuenta oficial de Twitter: “Es muy triste para mí comunicar el fallecimiento de una gran persona, cantante y amigo. Germán Coppini, D.E.P.”. Ahora más que nunca, “malos tiempos para la lírica” y, sin embargo, ahí estaban todos, de canapé en canapé como si nada, mientras el fundador de Siniestro Total decía adiós a su compañero.

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No fue hasta la mañana siguiente cuando algunos medios reflectaron la noticia en sus sumarios, varios especializados y pocos generalistas, unos cuantos digitales y casi ninguno tradicional. Imagino que en el día de Navidad supone un gran esfuerzo sacrificar minutos de vídeos en los que vemos a unas cuantas familias abrir regalos en sus casas.

Germán Coppini fue vencido por un cáncer de hígado que apenas le había sido detectado días antes, derrotado como pocas veces algo había podido con el que fue voz, pensador y persona fundamental en lo más duro de los años ochenta; imprescindible en los primeros Siniestro Total y cimiento de Golpes Bajos, a quienes hizo sonar a pesar de las bofetadas recibidos por la desagradecida industria discográfica.

Como músico: exacto, único y distinguido; como erudito en política: constituido, justo y noble; como persona: – dicen los que le conocieron – entregado, cercano y protector. Sin embargo, nadie fue capaz de agradecer su lucha hasta el final, no hubo quien parase programación o rotativas para hacer un hueco a su recuerdo. Joder, ¿qué más debió hacer el bueno de Coppini para que ni siquiera el día de su muerte se le otorgue el reconocimiento que merece? Vale que no moviese a un público tan amplio como Jackson, ni mucho menos una masa de fieles como la de Mandela, pero es que deberían bastar las mil batallas a favor de una música libre y progresista para que sus 52 años de vida fuesen rememorados. ¿O es que en la información también se equipara la calidad a la repercusión económica que la persona produjo en vida?

Parece mentira, con lo que gusta reducir la cultura de este país en las últimas décadas a la famosa Movida, y resulta que se permiten el lujo de dejar caer en el olvido a una personalidad esencial en ella. Claro, que tratándose de una noticia musical serán pocos quiénes la echen en falta y, por lo tanto, mejor ocupar espacio con la bazofia habitual.

Son escenas olvidadas, repetidas tantas veces. No se ama a los sumisos, simplemente se les quiere”, que decía el mismo Germán Coppini, tan poeta a veces. Quién iba a imaginar que a pesar de todo el esfuerzo, para una parte del mundo, las suyas acabarían siendo de verdad aquellas “escenas olvidadas”.

Mamá, afloja la pasta que formo parte del fenómeno fan

María García-Tenorio (@MariaGTA)

Un buen día coges el móvil y descubres un mensaje de tu mejor amiga diciendo que vuestro grupo o cantante favorito va a vuestra ciudad. Tienes 15 años y harás todo lo posible por asistir a ese concierto: llorarás, patalearás, pasearás al perro y harás todas las tareas domésticas antes de que tu madre te lo diga. Después de un mes escuchando a tu madre decir que no y ver que tus sueños no se hacen realidad, llega el día, en el que le pillas un poco más blanda y te dice: ‘Bueno… ¿Cuánto cuesta?’. Con una pizca de ilusión dices a tu madre el precio y tras alegar que con ese dinero puede comer una familia durante dos semanas… Te has quedado sin concierto.

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Justin Bieber, Violetta, One Direction o Auryn son algunos de los cantantes y grupos de moda que triunfan entre los adolescentes de todo el mundo. Su fama es tan alta como el precio de sus entradas. Y es que, nacionales o internacionales, los conciertos de éstos se salen del presupuesto de muchas familias españolas. Por ver a Justin en directo, tienes que pagar aproximadamente unos 100 euros. Violetta, 123 euros. One Direction, 79 euros y Auryn, 27 euros. A todos ellos hay que incluirles el 21% de IVA que impuso Rajoy el día 1 de septiembre de 2012, pero eso ya, es otro tema. A parte de eso, se señala en las condiciones de la entrada, que los menores de 16 años no podrán asistir solos al concierto y tendrán que ser acompañados de un adulto, lo que implica para muchos padres y hermanos comprar otra entrada para que disfruten de la función.  Todo sea por la ilusiones del joven adolescente.

Mientras pasan los días hasta que llega el gran espectáculo, podremos comprobar las declaraciones de los artistas que afirmarán que para ellos a parte de la música, su mayor preocupación son sus seguidores, «porque sin ellos no serían nadie». Está claro que no son conscientes de los sacrificios que tienen que hacer para poder disfrutar de sus dos horas de función. Sin embargo, para sus admiradores, entusiastas con la entrada que la habrán adquirido meses atrás, todos los esfuerzos se compensarán cuando salgan al escenario y digan: «¡Buenas Noches Madrid!».

Y es que, antes de escoger cuales serán tus zapatillas para los conciertos, hacer obras y milagros para conseguir las entradas más baratas de los festivales  de tu país y, de elegir qué clase de música quieres escuchar, tienes que pasar por lo que se conoce como el clásico fenómeno fan. Aunque, si te sirve de consuelo, tu madre que no se ha podido permitir pagar las entradas te recompensará comprándote, en el top manta, el dvd de la gira en directo.

Sexo, drogas y rock and roll

Yaiza Soto (@yaiza1304)

Guitarras eléctricas, fuertes baterías, cazadoras de cuero, volumen y sobre todo velocidad. Sí, señores, hablo del rock, ese movimiento surgido en Estados Unidos en la década de los 50, envidiado por muchos otros géneros y eterno amado por todos.

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Como toda religión, el rock también necesita un mesías, en este caso nuestro culpable responde al nombre de Elvis Presley, también conocido como El rey del rock and roll. Su aparición no se haría esperar y sería en 1956 cuando un jovencísimo y desconocido Presley se presentase al público, encandilando a las masas con la considerada como primera canción de rock and roll de la historia, That’s all right Mama. Su popularización, al igual que la del género, fue casi inminente, extendiéndose por gran parte del mundo. Es en estas fechas cuando comienza el fenómeno Elvis y en consecuencia, el fenómeno rock and roll. Una época de crudeza, bailes, tupés, movimientos pélvicos, atractivo físico y voces versátiles, que a más de uno no nos hubiese importado vivir en nuestras propias carnes.

De eso se trata el rock, su composición es sencilla; tres acordes, un fuerte e insistente ritmo de acompañamiento y una melodía pegadiza. Pero esto no había hecho más que empezar, tan sólo diez años después nacía la denominada Invasión británica, protagonizada por grupos como The Rolling Stones, The Kinks, Small Faces, The Who, The Yardbirds, The Animals y sobre todo los míticos The Beatles. No quepa duda de que asistíamos al nacimiento de la gran época dorada de la música.

Su lenguaje era universal y se hizo tan popular que poco tardaron en surgir nuevos géneros musicales relacionados. Desde finales de los años 70 el rock no ha dejado de aportar variantes respecto a las corrientes pioneras, hasta el punto de que resulta imposible su enumeración; Rock psicodélico (Pink Floyd), Punk rock (The Velvet underground), Heavy metal (Black Sabbath), Rock progresivo (Queen), Glam rock (David Bowie), Hard rock (Kiss), Punk (Ramones), Post punk (Joy Division), Rock alternativo (Pixies), Grunge (Nirvana) Britpop (Oasis) y así una larga lista de estilos, grupos, tribus urbanas, canciones, himnos y sentimientos.

El rock, que había nacido como una música destinada a satisfacer la demanda de los adolescentes, no es consciente de todo lo que nos ha podido llegar a aportar en estos 63 largos años de existencia. Con su nacimiento se trastornaron la vida e ideales de América y poco a poco los del mundo entero. Era la corriente del divertimiento generacional, las fiestas y las reuniones sociales, una concepción  que varió de forma radical cuando alcanzó  territorios como el del compromiso político.

El manifiesto de la rebeldía, la desobediencia y la sublevación. Pero no olviden que todo esto no son más que adornos para engalanar a las guitarras eléctricas, las fuertes baterías, el volumen y sobre todo la velocidad.

Sí, señores, esto es rock.

Oídos maleducados

Sheila Martín (@sheilamartinw)

Si a un niño le diesen a elegir lo que quiere comer cada día, el menú siempre se rifaría entre las opciones de pasta, patatas fritas o natillas de chocolate; pero ahí están las madres para imponer su plato de verdura, una ración de pescado y rematar con la cumplida pieza de fruta. Benditas madres, cuántos sabores habríamos dejado pendientes de no ser por ellas, siempre lidiando con nuestro paladar y su síndrome de Peter Pan. Si no se somete a innovaciones y se educa para asimilar nuevos alimentos, el paladar se infantiliza. Con el oído pasa algo parecido.

Desde antes de lo que la memoria de cualquiera pueda alcanzar, incluso desde que el espermatozoide aún camina hasta ser atrapado por el óvulo perfecto, ya nos rodea cualquier melodía responsable de dar el pistoletazo de salida a nuestra educación auditiva. Aquí comienza lo magnífico de la vida, donde la música ejercerá de fiel acompañante hasta el último día.

Los primeros años, mandan los gustos de los adultos que te van pasando entre sus brazos, algo que no me preocupa demasiado si el año de nacimiento está por debajo de la cifra 2000. Desde Camarón hasta los Beatles pudieron sonar en los cassettes de unos padres que vivieron años donde la música casi siempre se hacía desde el corazón. Pudiste comenzar a vivir con el flamenco más cañí o el rock and roll más duro, que si fuiste de los del siglo XX tendrás la tranquilidad de que aquello fue creado, grabado, producido y llevado a los escenarios con mucho mimo. Con el cambio de milenio, la cosa cambia y hacer canciones ya no es tanto un arte como un negocio sujeto a modas y beneficios económicos; pero eso mejor lo tratamos en otro momento.

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En esto de vivir, quieras o no, hay que tomar decisiones y la de elegir lo que prefieres escuchar no tarda mucho en llegar. Unos prefieren “Cinco lobitos” y otros “El cocherito leré”. Luego están los medios de comunicación, que acogen música (a veces) y abren la puerta a un mundo más allá de las canciones infantiles. Llega un día en que todos caemos en los singles del momento, bailamos sobre nuestras camas las canciones más pegadizas y de ahí damos un salto a las discotecas, donde suenan sólo las que triunfan. Aquí es cuando la educación del oído empieza a tropezar, cuando no importa la calidad sino la comodidad de seguir una moda impuesta. Maldita sociedad costumbrista.

Pocos se extrañarán si escuchas a Lady Gaga, en cambio si te decantas por La Faraona o James Morrison y los suyos, debes estar prevenido para las miradas más desconcertantes. No serán muchos los que asocien esos nombres a Lola Flores o The Doors, así que serás tú del que se compadezcan por rebuscar en los entresijos de la historia de la música. Hay que ver, con la magia que esconde bucear entre distintos estilos y artistas, descartar unos, adorar otros, hacerlos tuyos, sentir que has descubierto algo que puede hacerte feliz, llegar a enamorarte para desencantarte cuando te decepcionen y volver a buscar otro que ocupe su lugar, o seguir hasta el final con el matrimonio porque lo tuyo es amor de verdad. Pues no, los hay que prefieren seguir pensando que el pop lo inventó Pereza.

Igual a la gente ya no le gusta la música”, leí esta semana en una entrevista al vocalista del grupo catalán Refree. Lo que pasa es que en esto de la música, muy pocos hay dispuestos ya a entregarse a nuevas aventuras, a esperar con incertidumbre una cita en la que no sabes si te gustará, a dejar atrás aquello que perdió su esencia y a aferrarte a quien consiga forjar los mejores recuerdos. En esto de la música, también se precisa educación. En esto de la música, la curiosidad no mata a ningún gato. En esto de la música, hay que arriesgar. En esto de la música, hay que vivir.

El arte español y cine para reír

Ángel Ludeña (@AngelLudena)

Nadie se asombra al escuchar que el cine español no funciona. Pocos se extrañan cuando alguien suelta eso de «en España no sabemos hacer cine». Son menos los que se sorprenden de la baja inversión con la que cuentan las películas aquí pero, a la hora de la verdad, muy pocos saben datos reales de las películas nuestras.

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Para nadie es una novedad que con nuestros recursos y la capacidad interpretativa de buena parte de los actores que tenemos, competir con taquillazos internacionales es complicado, por eso, siguiendo aquella famosa frase de pedirle peras al olmo, es innegable que en España hemos sabido reinventar nuestro cine. Aquí lo que funciona es el humor. igual es por la gracia natural de los españoles, por eso del buen tiempo y la buena cara o porque estamos cansados de dramas y, como canta Alaska, ahora sólo queremos comedias, pero lo cierto es que las películas más exitosas de los últimos tiempos en España, son españolas.

Santiago Segura descubrió el filón de un policía inútil con poco arte para su trabajo, vago y poco aseado supo ganarse el cariño del público aunque no de la crítica con historias simples cargadas de cameos de caras más que conocidas. A lo tonto, y nunca mejor dicho va por su 5 entrega que ya se encuentra rodando con Je»z»ulín como gran fichaje. Por su parte y salvando las distancias, el rollo comedia blanca y costumbrista funciona y si no que se lo digan a Daniel Sánchez Arévalo y sus «Primos«. La película logró convertirse en todo un éxito y además ganarse el cariño de la crítica y el público. Después de esta y siguiendo la misma estela llegaron de la mano de los actores y actrices fetiche, véase Quim Gutiérrez o Inma Cuesta, «La gran familia española» o la nueva «Tres bodas de más«.

Señores, ante la crisis y los problemas, siéntense en el cine y a echarse unas risas que por muy caro que sea, reírse siempre compensa y si no que se lo cuenten a los directores y sus bolsillos.